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Reseña capitulo Donde hay vida hay inteligencia y ¿Máquinas o seres vivos?

  • Foto del escritor: OSCAR EDUARDO BOCANEGRA ROJAS
    OSCAR EDUARDO BOCANEGRA ROJAS
  • 2 abr 2023
  • 3 Min. de lectura

Donde hay vida hay inteligencia


En el segundo capítulo del libro, se exploran las diferentes formas en que la vida manifiesta su inteligencia en el mundo natural.


El autor comienza destacando la importancia de reconocer que la inteligencia no es algo exclusivo de los seres humanos, sino que se puede encontrar en todas las formas de vida. Desde plantas, microorganismos, animales entre otros, hay inteligencia, solo que se transmiten de maneras distintas. Como menciona el autor, las plantas transmiten una imagen de quietud y arraigo, mientras que los animales se muestran más dotados de inquietudes e intenciones. A continuación, explicaré más de esta afirmación.

Pigem se enfoca en comparar la inteligencia de las plantas con la de los animales. En general, se tiende a pensar que las plantas son seres pasivos, que simplemente crecen y se reproducen sin ningún tipo de intención o conciencia. Sin embargo, el autor argumenta que esto es un error, y que las plantas también tienen una forma de inteligencia propia, aunque muy diferente a la de los animales, como lo mencionaba anteriormente.


Las plantas, por ejemplo, pueden comunicarse entre sí a través de diversas señales químicas y eléctricas. También son capaces de adaptarse a su entorno y responder a estímulos externos, como cambios en la temperatura, la humedad o la luz solar. Además, según Pigem, las plantas tienen una especie de memoria que les permite aprender y recordar ciertas experiencias, como cuando se les somete a un estrés y logran sobrevivir.

Por otro lado, los animales son mucho más dinámicos y complejos en cuanto a su comportamiento e inteligencia. Pigem destaca que los animales tienen inquietudes, intenciones y una capacidad de aprendizaje muy desarrollada. Todos los animales, desde los insectos hasta los mamíferos, son capaces de comprender su entorno y la conducta de sus compañeros de especie, lo que les permite adaptarse y sobrevivir en su hábitat.

Además, los animales también son capaces de aprender de los miembros de otras especies, lo que muestra que su inteligencia no está limitada a su propia especie. Pigem pone como ejemplo el caso de los chimpancés, que han sido capaces de aprender a utilizar herramientas de los humanos observándolos de lejos.


En conclusión, el autor demuestra que tanto las plantas como los animales tienen una forma de inteligencia propia y que, al comprender mejor cómo funciona esta inteligencia, podemos llegar a apreciar mejor la riqueza y complejidad de la vida en la Tierra.



¿Máquinas o seres vivos?


El tercer capítulo del libro, el autor nos invita a reflexionar sobre la relación entre las máquinas y los seres vivos. En la era actual, estamos rodeados de tecnología y máquinas cada vez más avanzadas, y es natural preguntarnos si algún día las máquinas podrían llegar a ser consideradas seres vivos.


Pigem argumenta que, aunque las máquinas pueden ser diseñadas para imitar ciertos aspectos de la vida, como la capacidad de aprendizaje y la adaptación al entorno, pero nunca podrán igualar la complejidad y diversidad de los seres vivos. Los seres vivos tienen una inteligencia vital, una capacidad de autoorganización y autorregulación que les permite adaptarse y sobrevivir.

El autor también destaca la importancia de comprender que las máquinas no pueden reemplazar completamente a los seres vivos, debido a que carecen de la complejidad y la diversidad que se encuentra en la vida en la Tierra. Aunque las máquinas pueden ser útiles para ayudarnos a realizar tareas específicas, no pueden proporcionarnos la riqueza y la diversidad de la naturaleza. Los seres vivos tienen conciencia y la capacidad de experimentar emociones y sentimientos. Las máquinas, por otro lado, carecen de esta y solo pueden imitar los comportamientos y reacciones programadas por sus creadores.

En definitiva, Pigem argumenta que debemos abrazar nuestra conexión con la naturaleza y reconocer la importancia de los seres vivos en el mundo. Debemos buscar formas de trabajar en armonía con la naturaleza, en lugar de tratar de dominarla a través del uso de máquinas y tecnología. Solo entonces podremos crear un mundo sostenible y equilibrado que promueva la vida y la conciencia.


Para terminar, el autor nos invita a reflexionar sobre la diferencia fundamental entre las máquinas y los seres vivos, y la importancia de mantener el equilibrio entre el desarrollo tecnológico y el respeto por la vida y la naturaleza.


 
 
 

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